domingo, 10 de mayo de 2015


Rosa Enriques, una niña bastante superficial y engreída, vivía con su familia un estilo de vida bastante cómodo, ella tenía una hermana llamada Clara y cuando tenían apenas 6 y 7 años respectivamente, la familia fue de paseo a Ibarra, donde sucedió un trágico suceso.
Clara salió con su hermana a dar un paseo por las montañas, las niñas no regresaban, así que sus padres preocupados fueron a buscarlas, hasta que de repente vieron una sombra, era Rosa, sentada al lado de un grande y verde árbol, con sus hojas verdes y húmedas por la lluvía, iluminado por la luna, una luna llena, la cual contrastaba de una manera tan armoniosa, que quien lo veía se quedaba sin palabras.
Los padres de las niñas corrieron hacia Rosa y le preguntaron dónde estaba su hermana, ella moviendo lentamente su brazo, con un gesto en su cara tan neutro y expresivo a la vez, poco a poco iba direccionando su brazo y su mirada, hacia un pequeño camino que conducía a una pequeña colina. Los padres afligidos fueron hacia la colina y lo que encontraron fue algo que los marcaría de por vida, ahí estaba Clara, recostada en el pasto, la luz de la luna iluminaba curiosamente sus ojos, los cuales estaban abiertos pero totalmente blancos, sus manos apretadas entre sí de una manera tan escalofríante daban testimonio de que algo bastante macabro había pasado ahí.
Las uñas de sus pequeñas y delicadas manos estaban enterradas en su piel mas no había sangre; los padres ignoraron este detalle y la llevaron de prisa a un hospital donde los doctores no tenían explicación para lo que había pasado. Clara pasó varias semanas en una camilla, tenía una enfermera personal quien cambiaba sus sábanas, limpiaba su cuerpo con esponjas suaves y la alimentaba por tubos que le introducían en la boca, su cuerpo no tenía reacciones de vida pero su corazón latía como el de un deportista. Su hermana no tenía palabras para expresar lo que sucedió aquella noche inolvidable, pero después de un mes de aquella noche, Clara despertó sin señales de que había pasado nada. Los doctores hicieron un sin número de exámenes donde indicaba que todo había salido bien, pero el problema fue que Clara no tuvo el mismo comportamiento de siempre, fue como si ella se convirtió en una persona totalmente diferente.
Clara comenzó a comportarse de una manera poco usual: sus gestos ya no expresaban felicidad ni dulzura, ya no participaba de las conversaciones familiares ni jugaba con sus muñecas tan preciadas para ella, era como si luego de lo ocurrido, la pequeña niña escondiera algo grave. Los padres pensaron que solo necesitaba tiempo para ser la de antes y que todo estaría bien, pero los meses pasaron y la niña sólo empeoraba cada vez más y sus comportamientos se iban tornando aún más extraños, ya ni su hermana se atrevía a acercarse por miedo a que le haga daño. Por las noches Clara salía de su casa a escondidas y volvía al amanecer sin que nadie se diera cuenta, hasta que sus padres notaron dicha acción y decidieron seguirla. La niña se dirigía a una quebrada que se encontraba cerca de su casa, la cual era una zona prohibida en donde nadie se atrevía a entrar por miedo a las historias de duendes que se murmuraban en los alrededores.

sábado, 9 de mayo de 2015



Cuando sus padres la siguieron vieron muchos hombrecillos verdes como las hojas, bajaban del tenebroso árbol y se acercaba cada vez más a la niña; los padres estaban asombrados al ver a aquellos duendes con u n sombrero  más grande que su cuerpo y una cara de edad muy  avanzada, quienes le murmuraban cosas muy malas a la niña y la mantenían en un estado de shock para ellos poderla manipular y así conseguir lo que más querían, oro. Esta era la razón por la que le hicieron a la niña un gran hechizo que consiste en entregar su alma al diablo y a cambio la niña les entregaría todo el oro que ellos quisieran.
Los padres al ver esto se quedaron aterrorizados pero sin darse cuenta, la rama en la que estaban apoyados se rompió y los hombrecitos con grandes sombreros los vieron, así que uno de ellos usó un látigo para amarrarlos. Al poco rato amaneció y Clara se había levantado pero no encontraba a nadie, se sintió muy aterrada ya que ella odiaba la soledad, así que empezó a buscar a sus padres y al ver que no contestaban se fue a la colina, donde se escuchaba un pequeño río, Clara se acercó y vio a su madre del otro lado de la orilla, ella le gritó con desesperación pero cuando se acercó a ella para darle un abrazo, se dio cuenta de que su madre no respondía, su rostro estaba pálido, sus ojos eran completamente negros, sus uñas estaban afiladas y muy maltratadas. De repente escuchó un canto a sus espaldas que le paralizó el cuerpo y al regresar a ver, se dio cuenta de que era su hermana la que estaba en la cima de la colina cantando, así que fue corriendo donde ella pero Rosa no se detenía, ella solo era guiada por su canto, hasta que llegaron a una cueva donde ya no se escuchaba un canto, sino una risa algo macabra, Clara se tropezó y se dio cuenta que era su padre quien estaba tirado en el piso ya sin vida. La niña se puso a llorar desconsoladamente deseando que fuera un sueño, de pronto sintió una mano en su hombro y vio que era su hermana quien estaba flotando y se desmayó.
Clara se despertó en una cama de piedras rodeada por un montón de velas y más allá de las luces estaban aquellos hombrecitos verdes, las velas se fueron apagando una por una y en la última vela vio una foto de su familia, la cual fue desgarrada por un ser extraordinario negro y muy peludo a quien los pequeños hombrecitos le rendían reverencia mientras se apagaba la última vela y desde entonces nadie supo otra vez noticias de Clara, nadie la volvió a ver, nadie pudo repetir su nombre.